Saltar al contenido

La tierra de Padre

La memoria es muy embustera. Todos sabemos cómo los recuerdos, imágenes, vivencias, etc., se van modificando con el tiempo y cada vez que son traídas a la mente. La neurociencia nos explica que el cerebro codifica y decodifica esa información y que cuantas más veces recordemos algo, más se transforma y deteriora ese archivo pudiendo incluso hacernos creer que vivimos una experiencia que nos contaron incorporándola a nuestros recuerdos y a nuestra biografía.

Sin embargo esto no ocurre con la memoria olfativa. El cerebro no la reelabora. Nos la remite tal cual. Este fue mi punto de partida. La memoria olfativa en relación al padre, que al tiempo pretendía ser memoria de una época y una vida unida a la tierra.

Le propuse a Pedro García que plasmara unas palabras que trataran el tema, pero de una forma totalmente libre y autónoma, sin ninguna servidumbre a mi enfoque. El resultado fue un texto intenso y verdadero en perfecta conexión con la idea medular del libro: el paso del tiempo y el sentido de la vida. El padre nos brindaba una motivación especial.

Sucede que hay un hombre sentado y me siento a su lado.


Sucede que recuerdo.

Sucede que la llanura se aplana bajo el peso de estas nubes vertiendo agua.

Sucede que las encinas quebradas se cuentan por centenares.

Sucede que es un pueblo viejo, cautivo, azotado por grávidos vacíos.

Sucede que la casa se abre y la humedad se licúa anegando el zaguán y las          habitaciones. 

Sucede que en esta casa murió mi madre, sin mí, sin nadie, sólo con él.

Sucede que murió sola, vertiéndose, como se mueren las bestias.

También sucede que mato un conejo y lo encierro en una cazuela.

Sucede que ceno.

Sucede que la charca del Albercón ya no está y que la lluvia aquí no alcanza.

Sucede que los días son aún más secos.

Sucede que recojo alguna cosa.

Sucede que otra vez regreso.

Sucede que mi padre es un cuerpo viejo gobernado por el hambre y por el miedo.

Sucede que se sienta fuera y espera.

Sucede que se estanca.


Sucede que, tras esta pared, nació mi padre.

Sucede que esta pared es igual que todas las paredes.

Sucede que recuerda sus gritos.

Sucede que en el corral se entremezclan con los míos que yacen apelmazados entre      barros y orines.

Sucede que mi memoria falla.

Sucede que pasan carros con mulos uncidos rozando las paredes.

Sucede que los perros rehúyen.

Sucede que me aparto.

Sucede que miro.

Sucede que el cielo se hunde sobre la tierra.

Sucede que no alcanza.

Sucede que se doblega.

Sucede que se encajona.

Sucede que un sol distinto al de mañana se oculta tras la tierra.

Sucede que regresan los animales baldados y se guardan.

Sucede que no obedezco a los espejos.

Sucede que callo igual que callan las piedras.

Sucede que, tras el día, vuelve a ser de noche y la fatiga no halla remedio.


Sucede que en esta casa me nacisteis.


Sucede que abro una zanja o una tumba, que aparto tierra, lombrices y semillas.          

Sucede que con maderas no hago ninguna cruz.

Sucede que entierro.

Sucede que quedo solo.

Sucede que guardo la casa y los cultivos y los animales.

Sucede que construyo una conejera.

Sucede que derribo una pared y que abro una puerta.

Sucede que no salgo.

Sucede que el pozo de nuevo se colma.

Sucede que nada se detiene.

Sucede que otra vez brota el trigo.

Sucede que en esta casa nació mi hijo.


Sucede que me siento fuera y que un hombre se sienta a mi lado.


Sucederá que me entierra.


Sucedió que acarreaste la tierra de tu padre.

Sucede que acarreo tu tierra.

Sucederá que mi hijo acarreará mi tierra.


Sucede que la tierra es la misma, ahogada en nuestro sudor, harta de lo que fuimos.

Sucede que hemos vivido.

La estructura del volumen obedece a un enfoque zum. Los dibujos están pintados con vino. Cada pincelada pretende captar la respiración del momento, el ritmo, el pálpito y la energía.

La primera página es un gofrado blanco como referencia a cómo nuestra piel registra tiempo, vida y alma.

Las primeras páginas tienen recortado un espacio de modo que podemos ver las siguientes. También
están gofradas y el texto camina entre las texturas.

Los espacios vacíos se ciegan con una imagen a sangre.
Las pinceladas aumentan progresivamente su tamaño y reducen los espacios vacíos entre ellas.
La imagen de la cubierta es uno de los fragmentos eliminados de una página interior.

El ritmo y la velocidad aumenta hasta terminar en una pintura firme y al tiempo un poco acuosa.
Se trata de un original que en cada ejemplar es interpretado de forma diferente.

Para nosotros ha sido inevitable tener presente y aceptar que la irracionalidad y el absurdo quizás
sea el ingrediente básico de la libertad y la vida.

Finalmente, este trabajo, del que se exponen estudios, originales, planchas, resinas, pruebas y plantillas (sólo del 17 al 22 de abril de 2024) en la galería Dos Ajolotes Espacio de Arte ha sido recogido como libro de artista en una edición única y exclusiva de treinta ejemplares ilustrados a cargo de ediciones Patanegra & Fermín Santos López, coordinada y estampada por éste último, que fue terminada en los talleres de la editorial el lunes 22 de abril de 2024, día de Casandra, San Cayo, Santa Oportuna y Santa Elimena y Día Internacional de la Madre Tierra, y que, con el número 25, forma parte de su colección de escritores y poetas foráneos o nativos asturianos denominada «20×20 Poemas, textos y edición múltiple artística» y que, además del mencionado texto de Pedro García, y el prólogo a cargo de Gerardo López López que incluye un fragmento de poema de Yasmina Álvarez , recoge obra de quien suscribe, en forma de ilustración con gofrados, estampas digitales y una pintura original por ejemplar publicado.

Deja una respuesta