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Breve historia del cine en Oviedo y el retorno de las salas al centro urbano

Hubo un tiempo, no demasiado lejano (o sí, depende de quien lea esto) en la que el acceso a las películas se realizaba mediante el visionado del cartel de la película y unos cuantos fotogramas de momentos importantes que se clavaban en el tablón de la cartelera, que te hacían crearte una idea de cómo sería la película. Alguna revista cinematográfica y la información de los periódicos y algún programa de radio, te ponía en la pista de lo que te podrías encontrar. Hubo un tiempo en el que las salas de cine (en ocasiones simultáneamente teatros) eran construcciones majestuosas en las que, una vez traspasabas el umbral, conseguían que un extraño cosquilleo te recorriera la columna vertebral al proporcionar la sensación de estar entrando en un mundo mágico y diferente, en el que unos acomodadores, entrenados en el trato educado se ocupaban de una rápida y ordenada colocación de los espectadores asistentes.

Los tiempos fueron cambiando. Los acomodadores desaparecieron de la faz de los patios de butacas, mientras las salas incorporaban servicios extras como las palomitas, las bebidas y las chucherías, y algunas hasta auténticos menús. Después quien desapareció fue el personal de las taquillas, incorporándose la venta de entradas a la barra, convirtiendo el visionado de películas en un mero suplemento a la ingestión de unos alimentos de los que tu nutricionista te recomienda guardar distancia. Los fotogramas clavados en la cartelera han dado paso a los «trailer», los «teaser», y la información previa abunda en webs, blogs, podcast…

Con la expansión del video analógico VHS de JVC, el Betamax de Sony y el Video2000 de Philips se popularizó el «cine en casa» con el alquiler de películas en los videoclubes / blockbuster. La alianza Sony-JVC consiguió cargarse el Video2000, y después, pese a la mayor calidad del Betamax, sólo triunfo entre la plebe el VHS. Llegaron los multicines y los grandes centros comerciales. Apareció el LaserDisc de Pioneer y se lo cargaron casi antes de que se desarrollara. Apareció el DVD, que se cargó al VHS, para que después llegaran el BlueRay y las pantallas de alta definición y con «varios»K, a la vez que se expandían las tecnologías por satélite, «varios»G y fibra óptica (los propios cines han ido sustituyendo los rollos con los negativos por discos duros digitales), mientras, de forma paulatina y silenciosa, se ha ido produciendo la extinción de las salas de cine, comenzando por las de los centros de las ciudades.

Pero esto es lo que han vivido los coetáneos de quien suscribe. Sin embargo hubo cosas antes, de las que vamos a hablar a continuación, y la transformación sigue dándose en la actualidad y seguirá dándose en el futuro… si nos dejan tenerlo y/o hasta donde podamos llegar.

Últimamente hemos entrado en la era de las plataformas de distribución de contenido multimedia, anglosajonamente conocidas como de «streaming«, que curiosamente han sido de las pocas y mayores beneficiadas con la diseminación de un virus del que nos contaron con los dedos cruzados a la espalda que había pillado un chino que le dió por comerse un pangolín, que derivó en un masivo encierro pandémico -sin toros pero con muchos cabestros- y que supuso un golpe de gracia a la ya de por sí maltrecha salud de los cines, tanto por la imposibilidad de asistir público como al propio parón del sector que se vió obligado a retrasar muchos estrenos. Esto supuso un incremento brutal del streaming, y tras la «libertad» en una «nueva normalidad» la gente se ha acostumbrado en demasía al plan «sofá, manta y peli» casero.

Pero no todo está perdido, porque todavía quedamos miembros de la comunidad culturoide como estos postigueses irreductibles y algunos locos emprendedores como el caso que nos ocupa, y que nos sirve de excusa para realizar esta publicación y hacer un breve recorrido por la historia del cine en la ciudad.

Los precursores del cinematógrafo

No se dispone realmente de una fecha en la que comience la actividad humana para reproducir la realidad, porque lo cierto es que ésta nos acompaña desde tiempos inmemoriales, ya que las diversas civilizaciones siempre han buscado la forma de conseguirlo de una u otra manera. Los antecedentes del cine como forma de exposición de las imágenes en movimiento los podemos encontrar evocadoramente echando la vista atrás siglos, incluso milenios. Los homo sapiens que habitaron Altamira reprodujeron el movimiento animal añadiéndole patas para captar dinamismo. Egipto, Grecia, Roma,… aportan múltiples ejemplos de, sí, pinturas y relieves, pero de los que no se puede negar su vocación cinematográfica, porque a fin de cuentas la esencia del cine es la exhibición de movimiento.

Como cinematográficamente evocadoras también serían las imágenes proyectadas en la pared recogidas en el Mito de la caverna de Platón (que algunos interpretan como la primera sala cinematográfica), o las sombras chinescas… Pero avanzando más llegaríamos hasta la linterna mágica, el zoótropo y el praxinoscopio como precursores del cinematógrafo. Mientras tanto, también nacía la fotografía, atribuida en 1826 a Joseph Niépce, y a partir de cuyas experiencias Louis Daguerre evolucionó en 1839 con el daguerrotipo, primer procedimiento que comprende la etapa de revelado, y que fue el primer divulgador de la fotografía. Aunque hablamos de imágenes fijas, sin ellas no existiría el cine. Hacia 1852, las fotografías comenzaron a sustituir a los dibujos en los artilugios para ver imágenes animadas.

La introducción del celuloide (de un material flexible y resistente), junto con la invención de la película en rollo, en 1888 por George Eastman —inventor y fundador de la Eastman Kodak— marcaron el comienzo de una nueva etapa en la fotografía. Durante esta etapa aparecieron miles de fotógrafos aficionados que se interesaron en el nuevo invento, y en 1892 se lanzaba al mercado la Kodak 100 Vista, un nuevo aparato fotográfico revolucionario por sus pequeñas dimensiones, su cargador de 100 exposiciones y su fácil manejo.

El cinematógrafo quizá provenga de un crimen y del espionaje industrial

La historia del Cine comienza, probablemente, con uno de los primeros casos de espionaje industrial y guerra de patentes. Corría el mes de octubre del año 1888 en la ciudad de Leeds, Inglaterra, cuando Louis Aimé Augustin Le Prince filmaba, con una cámara de lente única (evolución de su primera cámara de dieciséis lentes que no pudo desarrollar debido a su complejidad) y la película negativa de papel de Eastman, el movimiento de una especie de danza de cuatro personas de su familia (La escena del jardín de Roundhay) , de apenas de tres segundos de duración y que tiene el mérito de ser la primera de la historia. Posteriormente filmaría dos escenas más, Tráfico del puente de Leeds rodada en el exterior, y “El acordeón” una pequeña danza de su hijo Adolphe tocando ese instrumento en la misma mansión de Roundhay. La aparición de la suegra del autor -de la que consta su fallecimiento unos días después- en la primera filmación como uno de los personajes danzarines, constituye la prueba de autenticidad de su antelación sobre los inventos de otros pioneros contemporáneos de las películas como William Friese-Greene y Wordsworth Donisthorpe, y unos años antes que los de William Kennedy Dickson (ayudante de Thomas Edison) y los de Auguste y Louis Lumière.

En 1889, Le Prince obtuvo la doble nacionalidad franco-estadounidense para establecerse en la ciudad de Nueva York con su familia y continuar su investigación con su filmadora, planeando una exhibición pública en la mansión Morris-Jumel en Manhattan, que nunca llegó a realizar porque poco antes desapareció misteriosamente en un tren que unía Dijon y París el 16 de septiembre de 1890, sin que su cuerpo o su equipaje fueran encontrados. Un año después Thomas Edison patentaba el kinetoscopio, con el que conseguía crear la ilusión de movimiento transportando una tira de película perforada con imágenes secuenciales sobre una fuente de luz con un obturador de alta velocidad. El hándicap de que su experiencia se disfrutaba de forma exclusivamente individual, animó a los hermanos Lumière a trabajar una evolución hacia el cinematógrafo, patentándolo en 1895, el cual, además de grabar permitía proyectar sobre una pantalla, aportando así una experiencia compartida simultáneamente en la sala por grupos de personas.

Cinematógrafo Lumière, en modo proyección. Imagen sacada de wikipedia https://es.wikipedia.org/wiki/Cinemat%C3%B3grafo#/media/Archivo:Cinematograf-Project3.jpg
Imagen de los Lumière y su cinematógrafo en la presentación del Salón Indien del Grand Café de París, el 28-12-1895.
Autor y atribución no encontradas.
La salida de los obreros de la fábrica Lumière (1895)

El 28 de diciembre de 1895 se exhibía públicamente el cinematógrafo Lumière en el Grand Café del Bulevar de los Capuchinos de París, y se realizó ante 35 personas (poco menos del aforo que podemos tener en nuestro espacio de Postigo Abierto) con un programa que constaba de diez películas de 15 a 20 metros cada una, con una duración total de 20 minutos (algo que recoge muy bien la gente de Teatro del Cuervo -que cumplen ahora quince años sobre las tablas- en su espectáculo de La Carpa de Francis). Esos primeros espectadores, supliendo eficazmente la falta de prensa, propagaron vía boca-oreja por toda la ciudad la impresión que les había causado aquello que habían vivido, de forma que muy pronto se convirtieron en multitudes las que se congregarían para acceder a las proyecciones por el precio de 1 franco que se sucedían en pases cada media hora.

Sin embargo, la visión de los Lumière era más científica que artística o comercial, y poco después, cuando una vez que la gente se acostumbraba a la impresión de ver imágenes en movimiento reales, se aburrían con la simplicidad de estas grabaciones. Pero el día del Grand Café asistían a aquella primera exhibición dos figuras que sí captaron rápidamente las posibilidades comerciales: Alice Guy (una gran visionaria que fundó sus propios estudios cinematográficos, dirigió más de mil películas de todos los géneros e incluso realizó películas en color) quien en 1896 dirigió El hada de los repollos, la primera película que además de contar una historia, introducía trucos visuales en imágenes en movimiento y el montaje. y George Méliès. (artista, acróbata, ilusionista, quien trasladó sus espectáculos de feria a sus filmaciones, introduciendo también efectos especiales), y que en 1902 rodaría Un viaje a la Luna, el primer éxito mundial en taquilla.

El hada de los repollos (Alice Guy, 1896)
Viaje a la luna. (Georges Meliè, 1902)

El cine emergió en sus inicios como una forma breve de entretenimiento, proyectado en lugares como los music-halls y los cafés. Los propietarios de estos establecimientos vieron rápidamente el potencial comercial del cine y lo integraron en sus programas, acompañándolo con actuaciones musicales o cómicas. En Estados Unidos, entre 1905 y 1915, surgieron los nickelodeon, salas de cine ubicadas en diversos locales que ofrecían películas variadas, desde aventuras hasta comedias.

Estas primeras películas estaban dirigidas principalmente a un público infantil y de bajos recursos, proporcionando emociones compartidas como risa, miedo o asombro. Sin embargo, a partir de 1910, cineastas como los mencionados Guy o Méliès comenzaron a elevar el cine como una forma de arte legítima, atrayendo a intelectuales y clases privilegiadas. En respuesta a esta creciente demanda cultural, se construyeron salas de cine específicas, como el Cine Alhambra de Zaragoza o el Cine Doré de Madrid, que reflejaban el creciente prestigio y la evolución arquitectónica del cine. Pero esto sería para otra entrada.

Los pioneros y la llegada del cine a Oviedo

La llegada del cinematógrafo de los Lumière a España se constata a mediados de 1896, concretamente el 14 de mayo (en realidad el 13 de mayo ya se realizó un pase especial para la prensa local), cuando en vísperas de San Isidro, en uno de los salones del antiguo Hotel Rusia de la Carrera de San Jerónimo de Madrid se producía la primera exhibición pública de diez vistas documentales de unos cincuenta segundos de duración. La difusión por prácticamente todas las capitales de provincia fue rapidísima (para la época), entre mayo de 1896 y diciembre de 1897, y por efecto de capilaridad, también por otras ciudades más pequeñas. No debería perderse de vista que habría que distinguir entre «el sistema Lumière» (representado en la península por Jean Busseret, y con el operador Alexandre Promio como agente comercial) y los otros sistemas que funcionaban paralelamente como Edwin Rousbv (Animatógrafo, derivado del Kinetoscopio de Edison) o Charles Kalb (Vitagrafo), que estuvieron presentes en España en una época muy temprana.

Entre 1896 y 1905 el cine cobra protagonismo entre las barracas de feria gracias empresarios ambulantes de cinematógrafo. En Oviedo estas casetas, construcciones eventuales hechas de tablones de madera cubiertos con lonas impermeables, de fácil instalación y desmantelamiento, y cuyas fachadas estaban decoradas con llamativos motivos ornamentales a modo de reclamo publicitario, como las de el Cinematógrafo Jimeno (1899), el Royal Cosmograph de Sanchos (1902), el Gran Cinematógrafo Modernista Leonés (1903), el Cinematógrafo de Antonio Mayor (1904) o el Cinematógrafo Pradera de Julio Pradera (1905), se emplazaban en la zona del Parque San Francisco y de la plaza de la Escandalera.

Progresivamente, el cinematógrafo se fue independizando de las ferias, de su espacio y su temporalidad, extendiéndose por otros momentos del año y buscando espacios permanentes donde exhibirse. Así se fueron sumando locales estables que, aunque dedicados también a otras actividades, se encontraban mejor acondicionados. En febrero de 1900, y el Círculo Católico de Obreros de Oviedo adquiría para sus socios un cinematógrafo «original» Lumière, y meses después, el empresario José Zuazua hacía lo propio en la visita a la Exposición Universal de París, comprando un proyector y tres películas. Éste último regentaba el Café Pasaje (posteriormente reformado con el nombre de «Salón de Actualidades«) que se ubicaba en el pasadizo Plácido A. Buylla que une las calles Pelayo y Uría, anexando al mismo un pequeño teatro, donde llegará el cine de la mano del pionero de la exhibición cinematográfica española (y también del cine español, pues rodó en 1899 la «Salida de la misa de doce de la Iglesia del Pilar de Zaragoza»), Eduardo Jimeno. También desde 1900, el Teatro Ovies, ubicado en la calle Cimadevilla, incluiría cine en su programación.

La salida de misa de doce del Pilar (Eduardo Jimeno, 1899)
Incendio de las barracas de feria en La Escandalera de Oviedo (1906). Fuente imagen: fotografía publicada en ABC en setiembre de 1906. Vista en https://twitter.com/Historiastur/status/1264502990410571776

En 1908 la programación cinematográfica en Oviedo ya se extendía durante todo el año por los espacios del Salón de Actualidades, el Teatro Celso -después teatro Sanchís, y más tarde teatro Jovellanos– (1906-1934), el Cinematógrafo Foto-luminoso (posteriormente llamado Viograph Urban) en la calle Fruela (1906-1909) y el Pabellón de Varietés de Juan Fandiño y Pérez, renombrado posteriormente como Cine del Parque o Cine Fandiño (1908), en la zona actualmente ocupada por el monumento a José Tartiere, y que es el primero en construirse como sala de exhibición en Asturias, en un momento en el que el cine -frente a la dignidad del teatro y los géneros líricos- no estaba muy bien visto por los peligros morales que conllevan los lugares con escasa luz, y de seguridad, muy relacionado la decadencia de las barracas, y el temor a los incendios que pudieran causar los proyectores (en la mente de todos estaban las noticias sobre pavorosos incendios como el del Bazar de la Caridad de París en 1897, saldado con 126 muertos). De hecho, las barracas de la plaza de la Escandalera sufrieron también un incendio durante las fiestas mateínas de 1906 que, afortunadamente, se saldó sin víctimas mortales (aunque con posterioridad se supo que había sido debido a un cortocircuito ajeno a los proyectores).

El teatro Campoamor. La incorporación cinematográfica entre una sociedad recelosa.

Aunque inaugurado en 1892 como espacio inicialmente dedicado a teatro y artes musicales y líricas, el teatro Campoamor, siempre ha sido punto de referencia cultural de la ciudad y hasta el mismo también llegó -y fue protagonista destacado- el cine. Por la importancia que ha tenido, merece la pena dedicarle atención en este capítulo aparte, antes de retomar el hilo histórico de las construcciones ex profeso de salas de exhibición de la ciudad.

Teatro Campoamor, plaza de la Escandalera y antigua cárcel Galera para mujeres a principios del siglo XX.
Atribución desconocida.

Cerrado por entonces buena parte del año, el Campoamor sufría los prejuicios estéticos y éticos de una parte de la corporación que, finalmente, tuvo que confrontarse con la realidad de las dificultades económicas que conllevaba el mantenimiento del coliseo ovetense sólo con actividades líricas o teatrales, y ante lo que no cabía más que liberalizar su política empresarial para rentabilizar su uso. Así, entre 1912 y 1914 la elaboración de un pliego de condiciones satisfactorio fue el caballo de batalla de los concejales, en el que finalmente autorizaban al arrendatario a explotar todo tipo de espectáculos cultos y morales, incluyendo el cinematógrafo, y que fue adjudicado de 1915 a 1916 a Juan Fandiño, el mismo propietario del antes mencionado Cine del Parque o Cine Fandiño, quien inauguró su temeraria aventura empresarial con la proyección de «Rocambole», cinedrama en cuatro jornadas.

El sucesor de Fandiño, A. Solares, continuaría la nueva senda de exhibición cinematográfica, pero no sería hasta 1919 cuando el Campoamor se imbricase realmente en ese panorama empresarial novedoso. Aunque aparecían ominosas observaciones como la de que «el cine, en el teatro Campoamor, ya saben los empresarios que no resulta. El público del Campoamor es de otro gusto», más dirigidas hacia los precios y calidad de películas que ofrecía la empresa que a la explotación cinematográfica en sí, que por entonces se desarrollaba habitualmente en tres sesiones diarias («infantil» a las 16 horas, «Vermout Gran Moda» a las 19 horas y «Especial» a las 22 horas), y que resultaba imprescindible para compensar los déficits de las temporadas operísticas, líricas y teatrales. De hecho, los largos meses de cierres del Campoamor, pasaron a realizarse sólo durante los meses de julio y agosto primero, y posteriormente durante tan sólo unos días al año.

El coliseo ovetense se introducía de lleno en las redes de distribución y aumentaba la proyección de producciones de las «majors» hollywoodenses, e incluso llegó a barajarse la pretensión de realizar producciones propias, con algún experimento como «La vida en campaña de los valerosos soldados del Batallón del Príncipe» (1922). En aquella época se proyectó lo más granado del glorioso cine en blanco y negro, y mudo, pero también películas parcial o totalmente coloreadas o las rodadas en el incipiente Technicolor, presentadas con fondo sonoro o musical independiente mediante el empleo de gramófonos o cronomegáfonos o incluso con el empleo de apoyo orquestal.

Luego llegaría definitivamente el cine sonoro «real» (con banda sonora incluida en la cinta) con la demostración del sistema Phonofilm desarrollado por De Forest en febrero de 1929, y así los asistentes pudieron ver y escuchar perfectamente la interpretación, entre otras, de una canción asturiana, la voz de la artista Elvira de Amaya, la interpretación de un tango, de un aria de Rigoletto… La satisfacción fue notable, y así en marzo de 1930 se renovaba el antiguo equipo e instalaba definitivamente el sistema sonoro compuesto por dos toneladas de equipo Western Electric -el mejor del momento- por valor de doscientas mil pesetas de la época. A continuación llegaban las versiones sonoras en español, dobladas o no, e incluso películas españolas, como la famosa «Boliche» (1934).

Esto apoyó el desarrollo de la publicidad cinematográfica. «Hoy cine mudo. Mañana cine sonoro: el espectáculo que nunca cansa». «Vea y oiga. Película cien por cien sonora». «Película hablada, cantada y bailada»… Las producciones de Fox y MGM se unían a las de Paramount, y Clara Bow cedía espacio de pantalla preferente a Joan Crawford. Resultaba imprescindible encontrar rendimiento promocional, y para ello no se dudaba en experimentar con sorteos y rifas de todo tipo promocionales de determinada película o abono.

El 3 de octubre de 1934 iniciaba el Campoamor una temporada cinematográfica «12 grandes superproducciones Paramount-MGM-Fox-UFA» con la proyección de «Seamos optimistas» con el nuevo fenómeno Shirley Temple, y que, visto a posteriori y por los acontecimientos que sucedieron dos días más tarde, sonaría irónicamente cruel. La situación del teatro, junto al antiguo convento y en aquel momento cuartel de Santa Clara, sirvió de escudo defensor a unos y de bastión de ataque a otros, por lo que fue ocupado y terminó siendo incendiado por los Guardias de Asalto, permaneciendo sólo las cuatro paredes en pie. La reconstrucción supuso también discrepancias sobre quién debía hacerse cargo de costear la reconstrucción, e incluso se llegó a barajar el utilizar su solar para construir un nuevo Ayuntamiento, pero finalmente se consiguió la concesión de crédito a fondo perdido por el Estado, responsable por otra parte de la destrucción, para encargar a los Casariego y Bustelo un proyecto que modificaba buena parte de la esencia del original en su día de los Siro Borrajo y López Sallaberry levantado por Laguardia, y que no se realizó por los tristes acontecimientos en Oviedo entre el 18 de julio de 1936 y octubre de 1937, en los que parte de las toneladas de acero y explosivos disparados sobre la ciudad, cayeron sobre el ya maltrecho teatro.

Sería en enero de 1940 cuando el proyecto de los antiguos arquitectos municipales, Casariego y Bustelo se retomaba y revisaba por el nuevo, de la Torriente, con la dirección de Del Río, y el 18 de septiembre de 1948, catorce años después, volvía a levantarse el telón del teatro, y su pantalla -que volvía a iluminarse con el Robin Hood de Curtiz- continuaría funcionando como cine comercial hasta 1975 de forma ininterrumpida, con una política similar al resto de las salas comerciales coetáneas ovetenses. Los meses invernales eran sostenidos por el cine e incluso, cuando actuaba una compañía de teatro y mediaba uno o dos días entre funciones, se programaba cine entre medias. Anecdóticamente, en 1953 se experimentó con la proyección en relieve con gafas de Polaroid.

La programación cinematográfica se dividía entonces en dos temporadas, la de grandes estrenos, desde finales de septiembre hasta el verano, y la de estío, con reposiciones de películas exitosas la temporada anterior, a precio reducido. Y así continuó hasta 1972, en que el circuito Fernández Arango, en lo que sería la última concesión privada hasta la actualidad, cambió radicalmente la política de programación cinematográfica: cuanto más éxito tenía una película, más se sostenía en la cartelera, con un récord ostentado por El último cuplé con Sara Montiel, que en 1957 se mantuvo veintisiete días en cartel.

Pero en la ciudad, el caballo de batalla comenzaba a ser la «Cultura», y así comenzaba a debatirse sobre los días de uso gratuito por parte del consistorio ovetense que se recogían en el contrato con la concesionaria, pues estos comenzaban a parecer escasos y se creía que se perdía la originaria utilidad de «instruir deleitando». Se estaba pensando en el Campoamor como en algo diferente a una sala cinematográfica, y se proponían fórmulas de gestión mixta que permitieran al Ayuntamiento disponer de más días de uso gratuito e incluso se debatía sobre la municipalización. En 1982 se otorgaba por un nuevo año la concesión a las Industrias Cinematográficas Asturianas de Espectáculos (ICADE), ligada al circuito Fernández Arango, pues existía el temor a cómo sostener las cincuenta mil pesetas diarias y la tonelada diaria de carbón, que suponía abrir la instalación. En 1985 el teatro se cerraba para acometer una reforma que incluía la instalación eléctrica. Tras problemas descubiertos en las estructuras, finalmente, el 6 de septiembre de 1986 el Campoamor volvía a reabrir sus puertas, ya -tras sentencia judicial- bajo gestión municipal, y más concretamente, a cargo de la Fundación Municipal de Cultura creada un año antes. En lo que afecta a la exhibición cinematográfica, se produce el cambio de política basado en estreno y cine comercial a la exhibición de ciclos (cine soviético, Hitchcock, Chaplin,…) y a la recuperación de películas, en algunos casos en versión original (subtitulada o traducida simultáneamente). En la última década los ciclos y películas están siendo enmarcados dentro de la programación municipal de SACO y RADAR, pero salvo contadas excepciones, se desarrollan en el otro teatro actualmente municipal, el Filarmónica.

La construcción de las primeras salas de cine. El cine en el centro de la ciudad.

Una vez dedicado tiempo al teatro Campoamor, como espacio especialmente importante en la exhibición de cine en la ciudad, retomamos el hilo que habíamos dejado cuando comenzó la construcción de salas dedicadas ya específicamente a la proyección cinematográfica. Y como habíamos dicho antes, fue el cine Fandiño o cine del Parque, antes Pabellón de Varietés la primera sala de cine construida en Asturias (1908), y lo hizo en la zona en la que se ubica el monumento a José Tartiere.

Entrada al Campo San Francisco. Años 10 siglo XX. A la izqda urinario público y cine Fandiño.
Atribución desconocida. Visto en: https://twitter.com/Histoviedo/status/1141437775713058819
Cine del Parque (cine Fandiño). Años 20 siglo XX. Atribución desconocida.
Vista en: https://www.facebook.com/Avelinoffs/posts/pfbid0PqjdXTq5eLb789DVdyYjTL6cZUxhXjrDss5LbYzxUqqy8dmDakNCVGsQGJcMWsMpl

En los años 20 del pasado siglo fueron fundamentales las figuras de Antonio Méndez Laserna quien, además de ser, tras Fandiño, el siguiente empresario del Campoamor hasta 1926, y con su «Empresas Méndez» llegaría a gestionar hasta once salas y teatros más en Asturias, Galicia, Salamanca y Madrid (entre ellos, el Novedades), y la del ya mencionado Constantino Fernández Arango, quien además de hacerse cargo del Campoamor de forma remarcable de 1926 a 1934, lo hizo también -circunscribiéndonos a Oviedo- del teatro Jovellanos (antiguo teatro Celso), Toreno, Popular Cinema o del Principado. Y aquí comenzaremos el repaso -de forma cronológica según apertura- a todas las salas de proyecciones que, tras el ya mencionado cine Fandiño, ha albergado la ciudad de Oviedo hasta el momento.

Real Cinema, antes Gran Cinema, y antes Popular Cinema, en lo que hoy es la plaza Longoria Carvajal antes de su remodelación, y después trasladado a 9 de Mayo. Atribución desconocida. Visto en diferentes medios como en: https://cflvdg.avoz.es/sc/hdM8pW692XcGXNN9_1ez3KqfaF0=/768x/2021/01/22/00121611307203625903261/Foto/RealCinema.jpg

El Popular Cinema (1922-1932), abría puertas en noviembre de 1922 en la Travesía calle Covadonga – plaza Longoria Carbajal, reformado una década más tarde como Gran Cinema (1932-1975) y ampliado en 1954, y más tarde Real Cinema, se trasladó a la calle 9 de Mayo, manteniendo su actividad hasta 1975. En los años 50 también experimentó la tridimensionalidad con gafas polarizadas, fue de las primeras salas «climatizadas» y albergó el estreno de «La Guerra de las Galaxias».

Salon cine Toreno (1923 – 1946 y 1963 – 1977). Atribución desconocida. Visto en sitios como: https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiZCGeyKl8lc7xvH4x5c_IVZB5TNMWrKeR0aSQX7cKUMMn-5_UiGTwQgmolfEuYWYGMNewTMXmE12qq_3XBp-u5emNalB8_bsUmMRWu8EBf43xyI1Ajh61llJUoviqAq4rTrR6Tvu5vBMY/s1600/Sal%25C3%25B3n+Toreno+%25281923+%25E2%2580%2593+1946+y+1963+%25E2%2580%2593+1977%2529.jpg

A continuación fue el turno del Salón-Cine Toreno (1923), entre las calles Marqués de Pidal y Conde de Toreno, que desapareció tras la Guerra Civil. Otro segundo local con el mismo nombre de Cine Toreno se abrió posteriormente en la calle 9 de Mayo, donde antes se habría ubicado el Cine María Isabel y posteriormente ocuparía el Real Cinema, cines ambos que mencionaremos después.

Teatro Cinema Principado. Inauguración 1 de marzo 1928. Atribución de imágenes desconocida. Visto en: https://www.facebook.com/193907954094210/photos/gran-teatro-cinema-principado-%281928/472696632882006/
Cine Principado (sobre los años 40). Atribución desconocida. Vista en: https://www.facebook.com/permalink.php?story_fbid=pfbid0HyYfXPUDcK4UG1w9sqy9mENnTcbYYZZLgSkHGJdaAUkQPasQBSyhuKrdZ4M8vc9cl&id=522660377911688

Cinco años más tarde, en 1928, se inauguraba el «aristocrático» Cine Principado en la calle Cabo Noval, obra encargada a Francisco Casariego, promovido por la famosa distribuidora «Julio César, S.A.», muy revelador de los nuevos tiempos, y que sería el principal competidor del «suntuoso» Campoamor. A partir de los años 60 lució en su fachada en vertical el reclamo Todd AO, formato creado por el productor Michael Todd, tras abandonar el proyecto Cinerama que superaba al Cinemascope, siendo junto al Ayala de las primeras salas en probar los 70mm., y que en 1974 experimentó el «sensurround» con el «Terremoto» de Robson. Se mantuvo en funcionamiento hasta 1996.

Cine Santa Cruz. Imagen posiblemente de los años 50. Atribución desconocida. Vista en: https://www.facebook.com/Avelinoffs/photos/a.234546727025356/875769766236379/?type=3

En 1934 se proyectaba el Cine Santa Cruz, en la calle Marqués de Sta. Cruz, inaugurado en septiembre de 1935 con asistencia de autoridades locales, representantes de prensa y personas distinguidas, que disfrutaron de un «lunch» en el hall. Contaba con buenas butacas e iluminación, y era uno de los ejemplos de arquitectura racionalista española. Especializado en películas baratas y «toleradas», contaba con matinales y sesiones continuas, cuya reproducción en bucle producía el movimiento de gente que, entrando con película comenzada, se esperaba hasta el mismo punto de la siguiente proyección para marcharse. Cerró sus puertas el 30 de diciembre de 1969, convirtiéndose después en el primer «drugstore» y tiempo después en un bingo.

Cine Aramo. Exterior y ambigú. Posiblemente años 70. Recorte editado sobre originales de José Vélez
Visto en https://www.facebook.com/photo/?fbid=1181837505327302&set=a.524721801038879
Vestíbulo del Aramo. Posiblemente años 70. Vista en https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjk1igBfqDyFltqOl65j12git75FZCnwUYNbxlJ_Gq9W1vR0GkwHfxedJRGr1QwlmwJjxnVyGYBu6Q3fqEU1RHqy8Dx-_rcoLxQsxZEwTAfK425lMUsjIXPf_48mSVAuZg71PWgmXzqVXI/s1600/cine-aramo.jpg

Para el año siguiente se proyectaba el Cine Aramo, en la calle Uría, pero su inició se vio retrasado por la Revolución de 1934 y la Guerra Civil hasta el año 1943, siendo el primero en abrir en tiempo de posguerra. Contaba con un Bar Americano (más tarde ambigú), servido por camareros uniformados de gala que se abrió con un baile de gala con etiqueta requerida de frac o traje negro, en un tiempo en que todavía eran evidentes las consecuencias de la guerra, y en el que la mayoría de la gente se preocupaba más en poder comer que en fiestas. De estilo racionalista impresionista, lucía ornamentación a base de mármoles, maderas nobles, espejos y cristal. Tenía un aforo de 813 espectadores entre patio y entresuelo. Era el cine más caro de la capital, con entradas a 4 pesetas. Cerró en 1984 y en la actualidad, una tienda de moda perteneciente a unos conocidos grandes almacenes conserva en su interior algunos elementos de lo que fue el cine.

Teatro Filarmónica, 1944. Atribución desconocida. Visto en https://www.facebook.com/photo/?fbid=992041924609162&set=a.234546727025356

El Teatro-Cine Filarmónica abría sus puertas en la calle Mendizábal en 1944, ligado a la Sociedad Filarmónica, la cual mantiene su sede y archivo. Su ambigú era muy propicio para cine de larga duración con descanso a la mitad. Cine comercial hasta 1999, fue objeto de profunda rehabilitación en 2004 y mantiene funcionamiento multifuncional en la actualidad, bajo gestión municipal de la Fundación Municipal de Cultura, y acoge periódicamente películas y ciclos como el SACO y RADAR.

En 1948 comenzaba andadura en La Argañosa el Cine Argañosa (reformado en 1955 adoptando el nombre de Cine Roxy) en funcionamiento hasta 1981, mientras el Cine Landía/Asturias echaba a andar bajo licencia a Carlos Sierra y Emilio Arbesú en 1950 en el Postigo Bajo, programando deliciosas películas de aventuras para sus 444 butacas. El 9 de junio de 1969 cerraba por vacaciones… hasta hoy.

En 1954 nacía el Cine María Isabel en la calle 9 de Mayo (local que luego ocuparía el Real Cinema), haciéndolo meses después el Cine Ayala en la calle Matemático Pedrayes, obra de Juan Vallaure, con llamativa decoración con neones y tapizado animal, que conoció el cine S que requería de entrada controlada con DNI y que se mantuvo abierto hasta 2002, con los albores del nuevo siglo.

En la parte trasera del Aramo, en la calle Palacio Valdés, se ubicó el Cine Fruela, en 1964, con entradas más baratas y que reestrenaba o programaba cine de serie B (de bajo presupuesto) y el Cine Palladium, como sala de Arte y Ensayo, lo hacía en la calle Aurelio San Román en 1968, impulsada por Enrique García y que duró trece años. Contaba con un precio de entrada un poco más cara, pero era cómodo y proyectaba cine subtitulado, cine europeo, conciertos y documentales musicales.

Cine México. Años 70. Atribución desconocida. Vista en https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh8PXnjR0KY8SYhR8lyY3tY-JZKCzpds2hrqY1DDk_QY3Z76BG9QJt5YZ_sPlMTxRPpfFqsjshpUIBMncEiFnvjJk34uhukQa-9rujrW3rol3ajvyPy2gOb5PjsPWuP_qU_5Jh_WcArygk/s1600/cine-mexico-2.jpg

El Cine México, en La Tenderina Baja, funcionó poco más de un lustro, entre 1970 y 1976, sin buena programación ni demasiado éxito, convirtiéndose posteriormente en una discoteca que tampoco tuvo mucha vida.

El desplazamiento del cine del centro hacia el exterior.

En la época de la Transición, con la aparición de los multicines, el eje exhibidor se trasladó del centro hacia la parte oeste de la ciudad. Los Multicines Clarín llegarían en 1978 fundados por Antonio Robles y José Mª Fernández, con sus tres salas en la calle Valentín Masip, con cuadros de Jaime Herrero, y funcionaron hasta 2004. Dieron la opción a programar ciclos y películas arriesgadas. Los Brooklyn, también de la cadena Clarín, llegaron en 1980 a la calle General Zuvillaga, con diseño de Javier Calzadilla y decorados por Chus Quirós, inicialmente con dos salas, ampliando posteriormente cinco más, y cerraron el 18 de febrero de 2007. Los Minicines Salesas aparecieron en 1983, estando en funcionamiento hasta 2000.

Aunque no se trató de una sala de cine comercial, no deberíamos olvidar que la Obra Social y Cultural de Cajastur (primero Caja de Ahorros de Asturias, después Liberbank y Unicaja) acogió, especialmente en los años 90, y bajo el asesoramiento de José Luis Cienfuegos (luego director del FICX de Gijón, después del Festival de Cine de Sevilla y actualmente de la Seminci de Valladolid) en el salón de actos que dicha entidad tenía en los bajos de su edificio de la plaza de La Escandalera, proyectó un puñado de programaciones de interesantes ciclos de cine (como algunos también ha llevado a cabo más tarde el Aula de Cine de la Universidad de Oviedo, en el salón de actos de su campus de Humanidades).

Posteriormente se barajaron proyectos para abrir dos salas de cine en el Centro Cívico de Llamaquique, y ocho salas en el Centro Comercial Modoo del desgraciado «centollu» de Calatrava, pero ninguno de ellos llegó a concretarse.

En 2001, abrían sus doce salas los cines Warner (después Cinesa) del Centro Comercial Parque Principado, aunque técnicamente pertenecen al concejo vecino de Siero.

En 2002, a la vez que cerraba el último gran cine de Oviedo, el Ayala (los multicines Brooklyn aún aguantaron un lustro más), en Teatinos abrían sus catorce salas los cines Yelmo del Centro Comercial Los Prados en 2002, que en junio de 2004 veía implantarse la primera sala IMAX en España.

Y es en este mismo momento, me doy cuenta de que no sé si, con la disculpa de la inauguración de unos nuevos cines en Oviedo me he puesto a recapitular sobre la historia del cine en Oviedo, o si ha sido esta recapitulación la que me ha llevado a hablar de estas nuevas salas. Pero el hecho es que estamos donde estamos y hemos de continuar.

Las razones del declive de las salas de cine

La magia del cine, la que proporcionan las películas en pantalla grande, se va apagando durante las últimas décadas, por razones multifactoriales. El afán especulador, el urbanismo depredador, el rentismo crónico, y los precios inmobiliarios son, sin duda, los principales culpables de la desaparición de los cines en el centro de las ciudades, a lo que hay que sumar el IVA cultural de las entradas y el acomodo de parte del público a la hora de ver cine en casa mediante plataformas, algunas de las cuales incluso ya producen cine que se estrena fuera de las salas, y que llega a causar alguna furiosa reacción entre los exhibidores. Aunque no, pese a la innegable influencia, realmente el streaming no ha matado a la estrella del cine.

Por su parte, en los pueblos el cine ha vuelto un siglo atrás, a ser ambulante, y a ser proyectado gracias a algún nostálgico que se ocupa de llevar hasta los mismos un proyector y una pantalla. Los cines de barrio agonizan y desaparecen. Los suntuosos cines palaciegos se han ido convirtiendo en supermercados, bingos, pubs o tiendas de moda. Y los que todavía perviven en las ciudades, alcanzan rentabilidad mediante el sistema de multicines alojados en instalaciones comerciales de las periferias.

Es innegable que la tecnología digital ha llevado al móvil, a la tableta, al PC, a nuestra casa, lo que antes veíamos en el cine. Pero ¿realmente queremos perder la sensación de cosquilleo de entrar en un mundo mágico y diferente, de la sala oscura y la pantalla gigante, como hablábamos en el inicio de esta publicación?. ¿Vamos a olvidarnos del ritual de la experiencia colectiva de las risas o las lágrimas?. ¿Dejaremos que desaparezcan estos pocos rincones donde quedarse atrapado y pegado a la butaca mientras por delante pasa el mundo mágico del cine y se aparcan las preocupaciones y otras distracciones?. La respuesta es NO, y además es que tiene que ser NO. Ir al cine seguirá siendo un buen plan.

La locura necesaria de volver a abrir cine de barrio en el centro de la ciudad

Así que, ahora, cuando todo parece estar perdido, aparecen los cines Embajadores Foncalada, en la calle Alfonso III El Magno con General Elorza de Oviedo, de la mano de los emprendedores Miguel Ángel Pérez y Javier López, para reimplantar el cine de barrio en el centro de la ciudad, y que inaugura en la fecha de esta publicación cuatro salas de cine, con 130, 90, 55 y 30 butacas, respectivamente, con pantallas de más de siete metros, en un complejo que incluye además cafetería y librería cinematográfica. La política de programación será la apuesta por el cine español y europeo, estrenos de actualidad y películas premiadas, proyecciones en versión original, además de poner en valor la producción asturiana. Igualmente se transmitirá ópera, zarzuela, ballet, y se realizarán ciclos y otro tipo de eventos. Tras la experiencia de inaugurar sus primeras salas en la zona de Embajadores de Madrid en época de plena pandemia, y otras nuevas salas en los Embajadores Río de Arganzuela, también en Madrid, ahora se suman las de Oviedo, que deseamos que no sean las últimas del país, porque eso querrá decir que el negocio marcha, y eso es bueno para los empresarios, pero también para la cultura y la ciudadanía.

Cines Embajadores Foncalada. Inauguración 23 de abril de 2024 (inicio programación al día siguiente). Atribución: Cines Embajadores.

Hoy comienza una nueva parte de la historia de los cines en Oviedo y estaremos en la inauguración de las nuevas salas, y desde mañana a disfrutar de la programación. Dentro de unos años ampliaremos -o alguien lo hará- estas líneas, pero de momento… ¡Nos vemos en el cine!

Bibliografía:

MADRID ÁLVAREZ, Juan Carlos de la. Cinematógrafo y varietés en Asturias (1896-1915). Servicio Central de Publicaciones del Principado de Asturias, 1996.

LETAMENDI, Jon; SEGUIN, Jean-Claude. La llegada del cinematógrafo a España (1896-1897): metodología y esbozo
Ed. Universidad Autónoma de Madrid, 2008. Secuencias: revista de historia del cine 28 (2008): 13-26

REFUSTA FERNÁNDEZ, Luis J.; FERNÁNDEZ ÁLVAREZ, Eva Mª; FONTELA TALÍN, Antonio; RODRÍGUEZ GRANDA, Juan Antonio, Teatro Campoamor. Un siglo de Cultura. Ed. Paraíso / Excmo. Ayto. de Oviedo, 1992.

HAVEL, José. Los orígenes del cine en Oviedo. 15/09/2010. Asociación de Escritores de Asturias. https://Escritoresdeasturias.es

CANO BARBÓN, Carlos del. Historias del ocio de Oviedo. Ed. CCB, 2015.

GONZÁLEZ FERNÁNDEZ, Noelia, La historia del cine en Oviedo, en Historia Vivida, nº 41 (1999), en colaboración con Ábaco y El Comercio.

LORENZO BENAVENTE, Juan Bonifacio, Asturias y el cine, Ed. Mases, Gijón, 1984.

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