El cuadro de Gérôme, «La Verdad saliendo del pozo», también conocido como «La Verdad saliendo de su pozo para avergonzar a la Humanidad», alude a las palabras del filósofo griego Demócrito (460 – 370 a. C.): “De verdad no sabemos nada, pues la verdad es un bien encendido… en un pozo abismal”, y para representar alegóricamente a la verdad, el pintor más importante del academicismo francés plasma en el lienzo el cuerpo desnudo de una joven que sale de las profundidades de un pozo.
Para los antiguos griegos la verdad es precisamente lo «desvelado», lo «sin velo», por lo que lo habitual es que sea representada desnuda (o como mucho con velos trasparentes), ya que la verdad no debe ocultar nada.
En esta obra de Gérôme, para representar alegóricamente a la verdad, plasma a una mujer que, harta de la oscuridad, sale gritando de su pozo, en actitud claramente beligerante, con un látigo en la mano, que podemos interpretar como herramienta de castigo para los que la insultan y con la que fustigar a los mentirosos.
La pintura, según su biógrafo Charles Moreau-Vauthier, fue colocada por Gérôme encima de su propia cama, y de hecho fue encontrado después de su muerte con su brazo extendido apuntando hacia la misma, como si se tratara de un gesto de despedida.
Como contraposición, en estos tiempos extraños que nos ha tocado vivir, la verdad está siendo permanentemente velada, disfrazada e incluso ocultada, de forma que cada vez resulta más complicado descifrarla, especialmente cuando es utilizada de forma torticera por bandos que pretenden hacer creer que su verdad es la verdad que debemos aceptar sin ningún tipo de análisis o espíritu crítico.
Cuenta una parábola -creo recordar que- judía, que un día la verdad y la mentira se cruzaron.
-Buen día, dijo la mentira. -Buenos días, contestó la verdad. -Hermoso día, dijo la mentira.
Entonces la verdad se asomó para ver si era cierto. Lo era.
-Hermoso día, dijo entonces la verdad. -Aún más hermoso está el lago, dijo la mentira.
Entonces la verdad miró hacia el lago y vio que la mentira decía la verdad y asintió. Corrió la mentira hacia el agua y dijo… -El agua está aún más hermosa. Nademos.
La verdad tocó el agua con sus dedos y realmente estaba hermosa, y confió en la mentira. Ambas se sacaron las ropas y nadaron tranquilas.
Un rato después salió la mentira, se vistió con las ropas de la verdad y se fue.
La verdad, incapaz de vestirse con las ropas de la mentira comenzó a caminar sin ropas y todos se horrorizaban al verla.
Es así como aún hoy en día la gente prefiere aceptar la mentira disfrazada de verdad y no la verdad al desnudo.
La época estival puede ser una buena época para cultivar el conocimiento y el espíritu crítico y analítico, buscar fuentes diversas y mantenerse a distancia de quienes pretendan enarbolar una supuesta única bandera verdadera mientras desprecian a otros demonizándolos o ridiculizándolos para hacerte sentir obligado a tomar partido y aceptar sus premisas sin pestañear. Ilumina tu propio camino, y busca la verdad desnuda en lugar de la mentira disfrazada, porque la verdad terminará, tarde o temprano, saliendo del pozo, y gritará, y fustigará con su látigo.
Nota: la imagen destacada se corresponde con un fragmento de una prueba de «La Verdad y la Falsedad», que sirvió de modelo para las definitivas que se encuentran en el Monumento a Wellington, realizadas entre 1857-1866 por el escultor británico Alfred Stevens (1817-1875), en la que la verdad aparece arrancándole la lengua a la mentira y apartando la máscara que oculta su rostro grotesco.