Aprovechando la selección de la Compañía con su espectáculo «Ada Byron. La Tejedora de Números» para el circuito Camino Escena Norte (un premio más que merecido que ojalá les sirva para entrar en circuitos más grandes -y pequeños, porque la Westia no debe desaparecer de nuestro entorno-) quiero reflejar un poco de mi historia con algunas de las personas de esta fabulosa compañía.
Descubrí a César Alonso como actor de Zinestesia en un certamen de Micro teatro que el Ilustre Colegio de Abogados de Oviedo organizó en su sede allá por 2013. Hasta ese momento lo conocía como bailarín de tango y como profesor universitario (es doctor en Ciencias matemáticas por la Universidad de Cantabria). En aquella intervención de menos de 15 minutos en el hall del citado Colegio, me cautivaron sus dotes dramáticas.
Más tarde llegó a mis manos una publicación de relatos suyos en la que invita a sus lectores a sumergirse en una experiencia musical que marida con la lectura de cada uno de ellos. Algunos de esos escritos fueron rescatados para el «Amore» que nos ofrecieron en Postigo Abierto el pasado febrero.
Ici Díaz llegó a mi vida como alumna en 2002. Fue una de esas alumnas con las que te gusta trabajar porque no hay un reproche, una queja o un no puedo. Siempre pendiente y siempre atenta, ya demostraba por aquel entonces su capacidad dramática en el escenario. Y mira por dónde, ya ha sido galardonada como premio Oh! a la mejor actriz en 2023 y 2024.
No conocía personalmente a los otros dos integrantes de la Westia, Isabel Marcos y Francisco Pardo, pero sí he visto sus trabajos (no todos, pero sí bastantes) como integrantes de la compañía.
Para mí, son una de las tres mejores compañías asturianas de teatro como muy bien demostraron en el «Amore» en nuestro espacio. No todo el mundo aguanta la representación cercana, la presión del público y sus caras, la complejidad del escenario circular. Sólo los tocados por las musas pueden hacerlo, y sin duda La Westia en una de esas compañías.
Lo magistral de esa lectura dramatizada que cautivó al público fue la fusión perfecta entre los versos del siglo de oro y los textos de César. ¿Dónde acababa uno y empezaba el otro? Para eso, César Alonso parece ser un maestro. Y lo demostró con Ada Byron, donde el lenguaje matemático se fusionaba en perfecta simbiosis con el texto teatral.
En fin, una suerte haberlos tenido con nosotros y una desgracia para aquellos espacios grandes, pequeños, alternativos o no, que ignoren esta pieza dentro de sus programaciones.
Porque si somos capaces de ver durante cincuenta años obras clásicas de las artes escénicas en general, ¿quién dice que «Amore» no se pueda ver todas las semanas en distintos espacios?
Sinceramente, hay que cambiar esa mentalidad porque la calidad siempre tiene público.